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LUCIANO PÉREZ CARPIO ALIAS “EL DINAMITERO”

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Con la intención de salir de la rutina y alejarnos de vez en cuando de artículos relacionados con política o cultura, en esta ocasión comparto con mis lectores una interesante historia que sucedió en la ciudad de México hace poco más de cien años. El lunes 14 de noviembre de 1921, alrededor de las 10 y media de la mañana, después de celebrarse la posesión del canónigo Antonio Castañeda, un individuo de nombre Luciano Pérez Carpio, fanático, protestante y empleado de la secretaría particular de la Presidencia, vestido de un overol azul y protegido por soldados disfrazados de civiles, se acercó a la sacristía, entró al presbiterio y puso una bomba conformada por nueve tubos de dinamita encubierta con un arreglo floral a los pies de la imagen de la Virgen de Guadalupe que estaba sobre el altar mayor de la Basílica. Diez minutos después, la bomba estalló con tal poder que laexplosión se oyó a un kilómetro a la redonda y afectó la cimentación del templo, pero a la imagen no le pasó absolutamente nada. El crucifijo, desde entonces conocido como Santo Cristo del Atentado y los seis candelabros de bronce sobre el altar, se doblaron por la onda expansiva, quedando también mutilada la mano de la estatua del obispo Fray Juan de Zumárraga, cuyo báculo de bronce voló por los aires y fue remplazado por uno de plástico. Por el estruendo, quedó decapitada la figura de Juan Diego que franqueaba el retablo de la sagrada imagen y al que le pusieron una cabeza de jíbaro en la restauración. Actualmente, el crucifijo de bronce está expuesto al público en el mismo recinto de la Basílica.Pérez Carpio conocido desde entonces con el alias de El Dinamitero, fue detenido junto al novillero Margarito de la Rosa luego de ser cerradas las puertas de la Basílica, y conducido a la delegación municipal de la Villa de Guadalupe. Obregón ordenó mediante llamada telefónica al presidente municipal Edmundo González Aragón: Dé usted garantías al preso que acaban de detener, yo mando por él. En efecto, lo mandó a un batallón del ejército, y a las pocas semanas fue dejado libre por falta de méritos. Murió el 2 de enero de 1957, en medio de señalamientos que cargaron incluso los seis hijos que tuvo con Josefina García, que fueron apodadoscomo “Las chinampinas”. Obregón, que desde su primera estadía en la Ciudad de México en 1914 había expresado su intención de un día limpiar su caballo con el ayate de la imagen de la Virgen de Guadalupe, fue posteriormente asesinado el 17 de Julio de 1928 por sus enemigos, y las fuerzas federales usaron como chivo expiatorio al cristero José de León Toral, quien en efecto disparó contra Obregón, pero en la necropsia se halló que habían heridas de balas de distinto calibre, destruyendo la teoría gobiernista del tirador solitario. A raíz del atentado, la práctica de poner flores ante la imagen se prohibió, salvo para el Papa, que es el único que puede colocar un regalo en las escalinatas. En los días siguientes al sacrílego atentado, como si fuesen convocados por el tañer de las campanas, miles de peregrinos procedentes de todos los rincones del país, llegaron hasta la Basílica sin otro propósito que desagraviar a la Virgen de Guadalupe. El jueves 17, la Asociación Católica de la Juventud Mexicana lideró una manifestación exigiendo que las investigaciones condujeran a los autores intelectuales del crimen. El viernes 18 fue declarado día de luto, se celebró una misa en acción de gracias ante el altar, que fue custodiado por los Caballeros de Colón, las Damas Católicas y otras agrupaciones religiosas. Con todo, las autoridades eclesiásticas a la cabeza del Arzobispo José María Mora y Del Río y el Abad de la basílica Feliciano Cortés y Mora, escondieron la imagen en un ropero y la guardaron en casa del Ing. Luis Felipe Murguía Terroba, dejando una copia hecha por el poblano Rafael Aguirre Moctezuma a la veneración pública, copia que hoy está en olvidado altar de la Catedral Metropolitana. Otra ocurrencia de Álvaro Obregón fue desterrar del país al Delegado Apostólico del Vaticano Ernesto Filippi por el “delito”de consagrar la primera piedra del monumento de Cristo Rey del Cerro del Cubilete en 1923.

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