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VÁMONOS CON PANCHO VILLA!

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Cinco hombres, con valor y orgullo, dejan el campo para unirse a “La bola”. Tiburcio, Miguel Ángel, Máximo, Martín y Melitón, los “Leones de San Pablo” como se hicieron llamar, se unieron al ejército de Pancho Villa, pero poco a poco entre las dificultades y las batallas, algunas ganadas y muchas otras perdidas, sólo quedaron Tiburcio Maya y Miguel Ángel del Toro, a quien el Centauro del Norte apodó “Becerrillo”. Mientras están en la lucha, la viruela ataca a las tropas y para evitar más contagios, le ordenan a Tiburcio que se deshaga de su joven amigo Becerrillo. Desilusionado por todo lo vivido en “La bola”, Tiburcio se aleja de la lucha y se va a su pueblo, pero fiel a sus ideales, vuelve a las armas para seguir apoyando hasta la muerte la causa de la Revolución. ¡VÁMONOS CON PANCHO VILLA! trata sobre cinco rancheros que deciden unirse a la División del Norte para combatir junto a su ídolo Pancho Villa y poco a poco sufrirán los estragos de la guerra, que dejará en algunos de ellos una visión amarga de la lucha revolucionaria. Esta película, basada en la novela homónima de Rafael F. Muñoz, representó grandes avances para la incipiente industria cinematográfica en México, pues fue la primera obra que tuvo un presupuesto considerado entonces como elevado —un millón de pesos— así como apoyo del gobierno de Lázaro Cárdenas; también fue la cinta primigenia de la Productora CLASA (Cinematográfica Latinoamericana S.A.), en cuyos estudios también se rodó Macario, Calabacitas Tiernas y Doña Bárbara. La música de ¡Vámonos con Pancho Villa! es original de Silvestre Revueltas, ejecutada por la Orquesta Sinfónica Nacional; el guion fue adaptado por Xavier Villaurrutia y el propio de Fuentes; Jack Draper y Gabriel Figueroa estuvieron a cargo de la fotografía. El reparto estuvo a cargo de Antonio R. Frausto, Domingo Soler, Manuel Tamés, Ramón Vallarino, Carlos López y Raúl de Anda. Esta película es un homenaje a la lealtad y el valor que Francisco Villa, el desconcertante rebelde mexicano, supo infundir en los guerrilleros que le siguieron. De la crueldad de algunas de sus escenas no debe culparse ni a un bando ni a un pueblo, pues recuerda una época trágica que lo mismo ensangrentó las montañas de México que los campos de Flandes y los valles pacíficos de Francia. Con estas palabras en pantalla inicia esta obra maestra seminal de la época de oro en México llamada “¡Vámonos con Pancho Villa!”, de Fernando de Fuentes, la cual traslada la historia de la novela homónima de Rafael F. Muñoz centrada en «Los Leones de San Pablo», un variopinto grupo de valientes campesinos que deciden unirse al ejército de la poderosa División del Norte de Pancho Villa durante la Revolución Mexicana. Con el paso de los meses y las batallas victoriosas o perdidas, los ascensos y condecoraciones, los actos de heroísmo y las inesperadas fatalidades, el grupo original de campesinos devenido a grupo revolucionario se va reduciendo, guiándolos hacia el desencanto del movimiento villista y obligándolos a replantear sus motivaciones y su posición en la lucha armada. Finalmente, Tiburcio Maya, abandona a las fuerzas armadas de Villa luego de un enorme sacrificio. En “¡Vámonos con Pancho Villa!” tenemos el ambiente revolucionario bajo la maravillosa fotografía de Gabriel Figueroa junto a la de Jack Draper y la música del maestro Silvestre Revueltas –quien tiene un original y divertido cameo como pianista en una cantina. El llamado «padre del arte cinematográfico mexicano» ofreció una mirada lúcida y crítica del movimiento revolucionario, desmitificando el conflicto y, aunque la película no se centra en la figura de Pancho Villa (interpretado aquí por el gran Domingo Soler), la cinta no hace concesiones con la memoria histórica y rehúye del retrato del general como el mito heroico revolucionario; en cambio, se presenta un José Doroteo Arango Arámbula de amplia variedad psicológica, con contradicciones; en ocasiones como un general bonachón y carismático, y en otras como un hombre cruel que no siempre toma las mejores decisiones éticas y morales. Hay que ver la película, se las recomiendo…y vaya que se las digo yo, el autor de la columna.

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