Durante la gira o campaña de cierto candidato a la presidencia de la República hizo su presentación en la política. Era alto y güero, labio húmedo, cana en la sien, a la menor provocación disparaba una sonrisa y tenía, sobre todo, una enorme capacidad para la adhesión. Lo bautizaron como el Charro Lucas. A su automóvil le agregó un remolque y en este siempre llevaba un sudoroso caballo retinto. En una de sus maletas llevaba un traje de charro. Este era su equipo y con él, el charro Lucas se adelantaba siempre al convoy del candidato. De esta manera, al llegar a cualquier población, desde lo alto de su pecho, o sea montando su caballo retinto, era el primero en saludar al candidato. Se quitaba el sombrero, hacía una caravana y con una extraña mezcla de fervor y de entusiasmo decía: A sus órdenes señor Licenciado. Luego el convoy se alejaba. Y en ese momento el charro Lucas rápidamente desmontaba, buscaba un árbol para esconderse y que no lo viera la gente, se vestía de civil, trepaba al caballo al remolque, rebasaba el convoy y ya estaba listo en el siguiente poblado para repetir la maniobra y repetir también, entre caravanas que la experiencia le permitió hacerlas más pronunciadas, la frase sacramental: a sus órdenes señor Licenciado. Nunca falló, nunca sufrió retraso, nunca hubo sol, lluvia o guarura que lo desalentaran. Ni hubo tampoco, ciudad, pueblo, ranchería o villa que ignorasen el tamaño de su adhesión, palabra que es sinónimo de apego, afecto, devoción, deferencia, afección, servilismo, fidelidad y lealtad. El charro Lucas se convirtió en todo un experto en giras políticas. Aprendió a grabar discursos, a sacar fotos, organizaba las mejores vallas y condimentaba las más ricas barbacoas; probaba los magnavoces, autorizaba las pancartas, contrataba la música, falsificaba los gafetes y en cierta ocasión poco antes de llegar a San Juan de Los Lagos y posteriormente a Plateros, diseñó un brazalete de dos vistas que por un lado decía Virgen del Perpetuo Socorro o Santo Niño de Atocha según fuera el caso, y por el otro lado decía CNC, CNOP o CTM PRI según fuera el caso. Esto y haber metido a 97 campesinos en una camioneta de redilas que apenas soportaba a 40, se cuentan entre sus máximas hazañas, aunque quienes lo conocieron afirman que, por estar el candidato impedido por asistir a cierta ranchería, el charro Lucas se autonombró su representante y pronunció un discurso en contra de la guerra nuclear teniendo como oyentes a 15 campesinos, una anciana que por cierto era la bruja del pueblo y doce vacas que mugían de emoción al escucharlo. Así era el charro Lucas y así era feliz. Para él, cualquier detalle relacionado con el candidato tenía un profundo significado político. A quienes ocasionalmente lo acompañaban en su adhesión les decía: Fíjate como toma el tenedor con la mano derecha, más claro ni el agua. Otras veces se convertía en un vidente al afirmar con acento de juicio final: se puso otra vez la corbata roja, lo ha hecho tres veces en esta semana. Según el charro Lucas, esos eran los signos que trazaban el destino de la patria. El punto más alto de su apogeo sucedió cuando estando en Tijuana recién pasado el convoy del candidato, el charro Lucas cayó del caballo como fulminado por un rayo. En el suelo, sangrante y como si estuviera hipnotizado, le preguntaron que le pasaba y él contestó: Me ha mirado el candidato, fijo su mirada en mí. Terminaban las campañas, el candidato se convertía en presidente, tomaba posesión y al charro Lucasse paseaba diariamente por la puerta de Palacio Nacionalplaticándole a sus amigos y conocidos: Voy a ver si me recibe el señor Presidente. A otros les preguntaba: como me veré de director de la Comisión Federal de Electricidad. Dos años después seguía merodeando afuera de Palacio Nacional y a los que lo conocían les comentaba: Todavía nada, pero yo creo que no tarda en recibirme el patrón, por cierto, no sabes quién está en la aduana de Piedras Negras. Nunca le tocó nada, pero cada campaña volvía a la brega, seguía cabalgando y nunca dejó de repetir: a sus órdenes señor Licenciado. Campañas van y campañas vienen, ya sean estas presidenciales, estatales o municipales, el caso es que, con estilos diferentes, pero en México los charros Lucas no dejaran de existir.