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NI MODO QUE EL SANTO NIÑO DE ATOCHA SE EQUIVOQUE

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Las especiales dificultades que implica la resolución de tantas situaciones y circunstancias complejas que deben resolver los gobernantes requiere de un auxilio divino. Para las tareas de gobierno la prudencia es perfeccionada por el don de consejo que le permite tener esas cualidades que garanticen la gobernabilidad en las situaciones especialmente complejas que suele presentar la realidad. Estos dones actúan como por un instinto espiritual que no busca el propio interés, sino el bien común. A estos ingredientes se le agregaría la astucia. Existen dos clases de astucia: una, la que se acompaña de prudencia, otra, la que se da sin ella. La primera es la llamada política; la última es simplemente astucia. La que se acompaña de prudencia consiste en el uso correcto de la astucia, la otra consiste en el uso incorrecto de esta última. La carrera política y académica de Ricardo Monreal Ávila, nacido en Fresnillo hace 63 años, siempre ha estado en el filo de la navaja, pero al mismo tiempo rodeada de logros, satisfacciones y ejemplos. Sus colaboradores más próximos lo definen como inteligente, astuto, dotado de un gran sentido del humor y con mucho genio e ingenio. Preparado desde muy joven para ejercer el poder, el marcado por la historia siempre ha luchado contra corriente y siempre también ha salido airoso. Conocedor de los recovecos de la política, recientemente Monreal Ávila ha sido criticado por haber bajado la intensidad de sus declaraciones con respecto a sus aspiraciones de convertirse en candidato a la Presidencia de la República. Su conducta, declaraciones y postura, simple y sencillamente son las de un político que sabe y conoce de las formas y de los tiempos. Un prudente alcanza lo que se propone y en ello radica su astucia y agudeza de juicio; pero, a diferencia de un simple astuto, nunca haría algo que pusiera en entredicho, ni ante sí mismo ni ante los demás, su lealtad, fiabilidad y autenticidad, ni estaría en peligro por sus acciones de ser acusado con justicia de actos violatorios de la ley. En suma, la prudencia es la mejor disposición interna que puede alcanzar el ser humano (y el político en tanto que es ser humano), para arreglárselas en cada situación externa de la vida pública y de la vida individual, en tanto que es prudente aquel que sabe con bastante precisión, qué es lo que conviene tanto a él como a los demás, y el que actúa simultáneamente conforme a ese saber práctico. A veces ni la muerte o la perdida de la dignidad detienen a los hombres de poder para sostener o para alcanzar el poder. Ricardo Monreal no es de los que actúan con esos arrebatos propios de los pequeños burócratas de la política, o de los a veces mal llamados políticos profesionales que no tienen otro movimiento político que el de las mareas y el olfato de las tormentas que es el poder, cuando la inteligencia y el poder que se derivan de la habilidad política convergen y surgen las grandes creaciones. En consecuencia, la principal capacidad que distingue al líder de las demás personas es su inteligencia política, inteligencia para concebir la creación y poder para hacerla realidad. La Inteligencia Política se refiere a que una persona sea competente tanto en su actitud como en su servicio, y el contenido educativo y profesional que conlleva también así lo sea. México escasamente tiene líderes que en su competencia puedan llegar al termino de Inteligencia Política, lo cual se ve reflejado en los resultados vistos ante su acercamiento del poder. Ricardo Monreal, la nueva estrella de la política, es quizá una de las rarísimas excepciones de políticos inteligentes en el país, el orgullosamente zacatecano se muestra como un hombre y un político notoriamente astuto, como un felino en la jungla al que resulta peligroso minusvalorar. Si la resolución de tantas situaciones y circunstancias complejas que deben resolver los gobernantes requiere de un auxilio divino, es porque desde los orígenes de la historia, religión y política han sido los polos que han organizado el poder y han dotado de sentido a la historia de la convivencia humana. Cuando vemos al niño de Plateros en la oficina de Ricardo Monreal, de inmediato pensamos en un hombre de razón que complementa sus enormes responsabilidades legislativas y académicas con sus legítimas aspiraciones políticas, pero todo ello sin olvidar el ingrediente religioso, lo cual ha sido fundamental en su trayectoria, y pues ni modo que el Santo Niño de Atocha se equivoque o abandone a un ser humano ejemplar que está más que listo para gobernar el país.

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