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Democracia, autoridades electorales … y otras quimeras.

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Cuenta la leyenda, que en el proceso electoral de 1988, la computadora central de la Comisión Federal Electoral (CFE), mostraba una ligera ventaja a favor del candidato opositor Cuauhtémoc Cárdenas, frente al oficialista Carlos Salinas de Gortari, cuando de forma inesperada “ se cayó el sistema”. Cuando regresó los números habían cambiado, dándole una cómoda ventaja de un 50.3% a Carlos Salinas, contra el 31.2% de Cárdenas. La caída del sistema; es una leyenda urbana, pero el fraude electoral no lo es. En ese tiempo no existía una red de computadoras que se mantuvieran conectadas por todo el país, la alimentación del sistema  se realizaba  de forma manual con los datos recibidos por teléfono, Habría que recordar, que con el exceso de llamadas las líneas se congestionaban, de esta forma se dejó de recibir información, lo que ocasionó que Diego Fernández de Ceballos, representante del PAN, dijera que se calló el sistema,  pero  no del verbo ‘caerse’, sino del verbo ‘callar’. 

En el 2017, en una entrevista del  periódico Reforma, el que fuera presidente de la Comisión Federal Electoral, Manuel Bartlett, reconoce casi 30 años después, que Salinas no ganó ese proceso, que realmente a Cardenas, si le robaron el triunfo con un acuerdo con el PAN y la complicidad del dirigente del frente democrático, que postuló al propio Cuauhtemoc. 

En el 2006, se llevaron acabo las elecciones más competidas  de la historia, el oficialista Felipe Calderón obtiene el triunfo con el 0.56% frente al perredista López Obrador. Sin  embargo este proceso a muchos nos dejó un tufo de fraude. El IFE advirtió al presidente Fox, que ponía  en peligro el proceso por su intervención directa, además de su proselitismo y apoyo con recursos a favor del PAN y su candidato. El propio Fox Quezada, afirmó que él ganó dos elecciones la del 2000 y la del 2006 

En el 2012, ganó el tele presidente Enrique Peña Nieto, al que le construyeron una historia rosa casándolo con La  Gaviota, bonito y bien peinado, se convirtió en una estrella más del canal  de las estrellas. En esta elección se dio la sumisión del poder político ante el poder económico. El dispendio de recursos, operado en gran parte por  el usó de tarjetas Monex y el dinero bajo la mesa, generó una gran inequidad en la contienda, que ocasionó la derrota de López Obrador, por segunda ocasión.

Y es que a pesar de mitos y loas respecto a nuestro arbitro electoral, este no funciona. La única manera que puede legitimar un triunfo es cuando es contundente, como es el caso de Fox Quesada que ganó por un 42% frente  al 36% de su adversario más cercano, o el 53% de López Obrador frente al 22% de Anaya. El asegurar que en México,  se gana o se pierde por un voto es una broma, sólo cuando son triunfos contundentes no se puede cambiar la voluntad popular. 

La baja participación en las elecciones, el dinero bajo la mesa, proveniente de  poderes fácticos, empresarios corruptos, o gobernantes impulsando a su proyecto son prácticas comunes. Ahora mismo vemos a las corcholatas del presidente, en actos anticipados de campaña, además sin preocuparse de clarificar el origen de los recursos para sus giras, y nadie hace  nada. Las autoridades sólo aplican la  permisiva ley hecha por los propios partidos por medio de sus legisladores, “el que hace la ley hace la trampa”  una ley mal hecha, no funciona  ni con  el mejor árbitro.

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