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LOS ACARREADOS

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Salvo para los que son ingenuos en exceso, para el resto queda claro que las escenografías que se ven en los eventos del oficialismo y también de la llamada oposición, ya sea en la actualidad o en el pasado, así como lo que vemos en mítines políticos y campañas electorales, son hechas a base de acarreos que tienen un costo económico. Para llenar plazas y locales, hay que pagar y eso lo sabemos todos. Para decirlo de manera decente, un acarreado o acarreada, es una persona a la que se le han ofrecido contraprestaciones para que participe en manifestaciones públicas de protesta o apoyo a un candidato o causa política o para que vote, apoye o se manifieste de cierta manera. Pero ahora se da otra definición más apegada a la realidad y menos decente que la anterior según lo describe el periodista Agenor González. Los acarreados son mercenarios del voto, son favorecedores del mejor postor y subasta pública de intereses partidistas.  Los acarreados son seres humanos que, transportados en avión, autobuses, camiones de volteo, carretillas de mano o burros, toman la condición de carga. El acarreado espera con ansias fechas preelectorales y electorales, concentración de grupos, marchas de protestas, plantones y el advenimiento de los nuevos mesíasgubernamentales ya sea municipio, estado o presidencia de la República que habrán de lograr el milagro del cambio y la modernización. Los acarreados son adoradores de siglas, memorizadores de proclamas, repartidores de panfletos, recolectores de escoria, simuladores tumultuarios y admirables artistas para embarrar paredes y mantas con nombres y consignas en los que ya nadie cree. Los acarreados son el eco, nunca la voz.  Su presencia hace ruido, pero no convence, pues los que no son acarreados se dan cuenta de quienes sí lo son.  Desgastadas sus palabras, sus frases manchan el aire con entusiasmos rutinarios y repetitivos que, en vez de admiración, producen lástima por la falta de convencimiento en que se manifiestan. Faltos de oficio, buscadores de beneficio, chambistas en la banca, los acarreados gritan con un sueño de esperanza en el porvenir del candidato en turno. Los acarreados son de primera, de segunda, de tercera, de cuarta y hasta de quinta categoría.  Se les identifica por el transporte en que se les amontona; por el lugar que ocupan en los mítines de plazoleta; en los recintos de lecturas de informes; en las bancas próximas o lejanas al santo patrón en turno. Vacíos de ideales, carentes de convicciones, agobiadores de conciencias, los acarreados son el emblema vivo de la antidemocracia. Tumulto, gentuza y populacho del desprestigio, del rumor, de la parlante consigna, los acarreados medran en su jerarquía desde un taco hasta la sobra de los banquetes oficiales.  Las y los acarreados, representan un capital político de mucho valor, aunque denostados por el ideal democrático del ciudadano ejemplar, este grupo compuesto por personas de todas las edades siempre está dispuesto a mostrar su apoyo por convicción o por beneficios concretos inmediatos. Su presencia es el principal activo de cualquier evento político, sea en campañas o inauguración de obras, fiestas patrias, rendición de informes o anuncios de nuevos programas. Para los acarreados la retribución por su trabajo pueden ser lonches, despensas, dinero, promesas de acomodarlos en el próximo gobierno. Es obvio que todos saben que cuando un político no trae carisma no lo trae, aunque lo quieran inventar, no entusiasman ni contando chistes de Polo Polo, por eso sus eventos tienen que ser armados con presentaciones artísticas y musicales, dicho de otra manera, los acarreados nunca deben ni pueden expresar un punto de vista, solo sirven o son usados como porra y escenografía. Ahora bien, en cada movilización se habla de los camiones que llevan a los manifestantes, pero esto es normal, pues son los medios en los que se movilizan las personas desde diferentes lugares del país, ni modo que se vayan de rodillas, pues no van a pagar una manda.Por lo anterior, si no se comprueba la coacción, no podría hablarse de acarreados ni acarreos. Será el sereno, pero convertidos en los desperdicios de facción o partido, los acarreados aguardan pacientemente la propina por el desgaste físico de su revoltosa presencia. Los acarreados anuncian, se ven, se sienten y siempre estarán presentes. En fin, este fenómeno en México es inevitable, y como dice la frase, donde comen veinte… es que hubo lana para los acarreos.

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