En el momento en que las personas aceptan un cargo público, ya no son ciudadanos comunes, sino que asumen una responsabilidad distinta. Sin duda que el peor de los males de varios gobiernos estatales en los últimos años han sido sus gobernadores, que cuando asumen su mandato lo hacen acompañados de un equipo de lacras, ineptos y corruptos. Desde el primer día, estos chafas rasputines, atropellan derechos, corrompen y saquean el patrimonio estatal, sin importarles la honestidad ni el bien común. Se someten a los poderes fácticos que los promueven a cambio del saqueo y apoderamiento de la poca o mucha riqueza que tienen las entidades que gobiernan, seguros de que el común del pueblo se conforma con despensas y apoyos mínimos a cambio de hacer y deshacer lo que se les antoje con el erario estatal. Para hacer de las suyas, cuentan con cómplices, dentro y fuera de la entidad. En seis años muchos son los favorecidos, pero son justamente estos los que dividen y dejan en la mayor pobreza a sus estados. Por si fuera poco, al robo le agregan la prepotencia, la mediocridad y la fanfarronería. El peor de los ladrones es el político corrupto, la televisión nos haga creer que ladrón es aquel que se roba una gallina, mientras que quienes se roban miles de millones de pesos son gente respetable. Estos ruines sujetos regalan dinero en efectivo a manos llenas para comprar la conciencia de los líderes sindicales, de organizaciones, de empresarios, diputados, senadores y hasta de religiosos, y al final de su sexenio, resultan funcionarios incapaces de proporcionar resultados. En Durango no hace mucho tuvimos uno gobernadorcillo de esas características. Hace poquito nos gobernó un ladrón de pacotilla, un raterillo barato sin escrúpulos. Además, el caos en el último año de su administración fue evidente, desorden en el transporte público, paros, plantones, manifestaciones, deuda a proveedores, a municipios, a la universidad pública, a las compañías aseguradoras, se robaron el dinero para comprar frijol y una larga lista de irregularidades. Este señor que resultó toda una fichita, dejó deudas y un desfalco financiero que será un lastre en las siguientes administraciones, pues la enorme deuda y déficit de miles de millones de pesos no se solucionará al corto plazo. El mediocre, ladrón y corrupto gobernador que padecimos los duranguenses, usó y abusó del poder en perjuicio de nuestra entidad y sus habitantes, mismos que hoy sufren las consecuencias de las mentiras y fantasías que encubrieron una devastación sexenal sin precedentes, Diariamente las verdades y los vicios ocultos van surgiendo. Cada día se descubre un ilícito más cometido por este personaje que no debemos permitir compre la impunidad. Miles de voces exigen castigo, la restitución de la dignidad y el honor colectivos y la devolución de los bienes sustraídos en esos seis años de saqueo. La ambición desmedida de este gobernadorcillo alcanzó a todos los miembros de su familia y a sus amigos cercanos. Fue un sexenio pleno de ocurrencias, de montaje y desmontajes legales. El nepotismo y la mezcla de los cargos políticos con los negocios y la corrupción en todos los niveles de gobierno llegaron a su máxima expresión. Los duranguenses fuimos víctimas de este gobernante de personalidad extraviada. Lo que ocurrió a los duranguenses, le pasará a cualquier sociedad que permita que aprendices de Calígula los gobierne. Si ninguna entidad gubernamental hace nada para juzgar a estos políticos lacras y ladrones, el pueblo tiene el poder para encarcelarlos, ya que, según la Constitución mexicana, el pueblo tiene la soberanía (el poder) para enjuiciar a estos ruines sujetos. Ojalá que el que hace poquito gobernó Durango, pague todo el daño que le hizo al estado, los ciudadanos no merecemos que la vanidad y las ambiciones de un gobernante perdido en la frivolidad de la farándula y la corrupción queden sin castigo.
