El Partido Revolucionario Institucional ha experimentado, desde que perdió por primera vez la Presidencia de la República en el 2000, una serie de “descalabros” electorales, en algunos casos con la posibilidad de rehacerse y continuar siendo opción para el país, como ocurrió en el año 2012 con la llegada de Enrique Peña Nieto. El asunto es que luego del resultado del pasado 2 de junio hay quienes creemos que la “debacle” de este instituto político es inminente si no se atienden diversos factores.
Y es que no se trata ni siquiera de que presenciemos una metamorfosis del Revolucionario Institucional con el cambio de sus siglas o hasta del nombre, no, pues podrán cambiar hasta de colores si así lo deciden, pero mientras sigan encabezándolo líderes como el caso de Alejandro Moreno y un grupo minoritario que se ha apoderado de lo poco rescatable que les queda, difícilmente podrán ser opción para los próximos procesos electorales, máxime cuando una de las características de los últimos años es la salida de muchos de sus militantes, por gusto, por traición o conveniencia, como guste llamarle, pero ya no están.
Asamblea.
Creo que si en la próxima Asamblea Nacional que tendrá este partido, no fijan las bases de su futuro, partiendo de una realidad auténtica y no de la que cree la dirigencia, será muy complicado que puedan “resurgir” como lo han hecho en varios estados y a nivel nacional. Queda claro que la mayoría de los líderes del Revolucionario Institucional que hoy ostentan un cargo en la dirigencia nacional, están alejados de lo que la militancia pide, y a mucha más distancia de lo que la sociedad requiere de un partido que se jacta de ser opositor.
Porque esto ya no se trata de “ponerse la camiseta” o del “no me rajo” de Alejandro Moreno; sino del compromiso de crear cuadros auténticos que se identifiquen con la sociedad y con sus necesidades, un partido que deje de sentirse hegemónico como hace varios años, que despierte en su realidad y deje de vivir de las glorias pasadas. La política como arte de servicio tiene la característica de que es retribuible cuando se hace de manera acertada; hablar de que el PRI “creó las instituciones” ya no es sinónimo de votos, más bien de rechazo, porque no se ha sabido comunicar lo que a los ciudadanos nos interesa, solo lo que ellos creen que debe ser, con los personajes que ellos deciden. Así no.
Coalición.
Si esta “cerrazón” de la realidad que manifiesta la dirigencia nacional del PRI, se prolonga por más tiempo, evidentemente nadie querrá hacer “equipo” con ellos, lo que provocaría que la coalición para el 2030 esté prácticamente “sepultada”. Porque hay que tomar en cuenta que vendrán cuadros renovados y con buena presencia, que podrían abanderar una candidatura de unidad dentro de la oposición, como el caso de Luis Donaldo Colosio Riojas, pero si el Revolucionario Institucional cree que con el “vuelo” electoral que traen les alcanza para competir, creo que están en un error.
Durango.
Evidentemente Durango tiene otros retos que no son catastróficos como ocurre a nivel nacional, pues el trabajo del gobernador refleja una buena aceptación, sobre todo con lo que tiene que ver con la atracción de inversiones; pero también con el hecho de aquí se han dado cuenta de la importancia de que exista esa coalición, pues desde la elección local del 2021 obtuvieron la mayoría de los escaños en el Congreso, y este año pudieron mantener prácticamente la mitad del total de legisladores, porque si el PAN y el PRI van por separado, hace tres años y esta vez, los resultados hubieran sido adversos.
Además, el PRI de Durango renovó sus formas de operación en territorio con estructuras alternas a los seccionales, lo que los hizo ampliar su “espectro” social; de ahí que este instituto político volviera a ganar, como coalición, en el 2022 con Esteban Villegas.