Lerdo debatirá el 7 de mayo, Gómez Palacio el 8, y Durango capital el 9. ¿Y qué? ¿Alguien fuera de los equipos de campaña se ha enterado? ¿Alguien en serio cree que un debate municipal un viernes por la noche, compitiendo con la previa del día de la madre, Netflix, la cena familiar, la salida del fin de semana, etc., atraerá a la ciudadanía? El Instituto Electoral parece más preocupado por cumplir con el protocolo y con un trámite burocrático que por realizar un ejercicio democrático. El formato de dicho debate hará que se pierda la emoción de la inmediatez, con seis aspirantes encerrados
Los debates electorales son, en teoría, el corazón palpitante de toda democracia. Deben ser el espacio donde las ideas chocan, donde las visiones de gobierno se confrontan de acuerdo al proyecto que cada candidato representa. Más allá de los slogans y espectaculares, se tiene la oportunidad de observar el temple, la claridad y la profundidad de quienes aspiran a gobernar. Deberían ser el campo de batalla de las ideas y propuestas, el momento estelar donde los aspirantes a gobernar dejan de recitar frases preparadas y de hacer circo.
En la práctica, los debates en Durango parecen estar condenados a la irrelevancia si no hay una verdadera transformación al planearlos y ejecutarlos. Se han convertido en una liturgia vacía, un recital sin eco, en burocracia sin público ni cobertura mediática. Deberían influir en el electorado al permitir saber quién es quién y motivar al ciudadano a elegir. Además, llegan tarde, cuando los indecisos cada vez son menos.
El Instituto Electoral también es responsable. Diseña debates inofensivos, con formatos rígidos que impiden el intercambio real. ¿Y la cobertura? Ausente o mínima. ¿Transmisión en redes sociales con alcance real? Una ilusión.
Así, el debate se convierte en un ejercicio elitista, visto solo por el círculo rojo, ese microcosmos político.
Mientras menos gente vea, menos se exige. Menos se nota quién no sabe, quién miente, quién improvisa, quién transforma y quién defrauda.
Si en Durango se quieren debates que importen, se necesita más que cumplir con la ley: se necesita romper el molde, romper los formatos viejos, abrir espacios incómodos y garantizar cobertura masiva. De lo contrario, seguiremos teniendo una democracia acotada, y la democracia participativa será un referente nacional, pero no local.
Durango no necesita más acartonamiento democrático; necesita debates que enciendan conciencias, que incomoden a los cómodos y que despierten al electorado. ¡Si el Instituto Electoral no tiene el valor de reformar el formato, que al menos tenga la decencia de aceptar que está organizando ejercicios sin eco Y si los candidatos no están dispuestos a debatir de verdad, entonces no merecen gobernar!.
Es momento de que los ciudadanos exijamos más. Que no nos xonformemos con el mínimo legal, que reclamemos el derecho a ver y escuchar con claridad quién quiere gobernarlos y cómo lo hará. Porque si la democracia se reduce a trámites y silencios, entonces lo que estamos eligiendo no son líderes, sino administradores del desencanto.
En Durango merecemos más. Si no lo exigimos, no lo darán.