En la última década, el panorama universitario ha experimentado una serie de cambios significativos, los cuales han alterado sustancialmente las dinámicas internas de las instituciones de educación superior. Uno de los cambios más notorios ha sido la evolución del sindicalismo universitario, el cual ha surgido como una respuesta adaptativa y progresiva a los nuevos desafíos que enfrentan tanto los estudiantes como el personal académico y no académico. El nuevo sindicalismo universitario es una manifestación de la lucha continua por una educación de calidad, el respeto a los derechos laborales y la inclusión de todas las voces dentro del espacio educativo.
Hace unos días, escuché en Radio Universidad la atinada argumentación del maestro Rolando Treviño de la Cruz, en el sentido de los nuevos derroteros que debe tomar la representación sindical al interior de la UJED, esto ante la proximidad de la renovación de los dos sindicatos de académicos.
El maestro Treviño, señaló que ante el incremento de la matrícula universitaria, la internacionalización de la educación superior, la digitalización de los procesos educativos y la precarización laboral son solo algunos de los factores que han influido en la transformación del sindicalismo universitario. Frente a estas realidades, los sindicatos tradicionales han tenido que repensar sus estrategias y objetivos para abordar las nuevas demandas y necesidades de sus miembros.
Agregó que el nuevo sindicalismo universitario se caracteriza, principalmente, por su enfoque inclusivo e interseccional, reconociendo y abordando la diversidad de necesidades y desafíos que enfrentan los distintos miembros de la comunidad universitaria. Este enfoque se traduce en la lucha por la igualdad de género, la inclusión de minorías étnicas, la defensa de los derechos de la comunidad LGBTQ+ y la protección de los trabajadores frente a la automatización y la externalización de servicios.
Las estrategias adoptadas por los nuevos sindicatos universitarios son variadas y se adaptan a los contextos específicos de cada institución. Sin embargo, algunas tácticas comunes incluyen la organización de talleres y seminarios para la capacitación de sus miembros, la realización de campañas de concienciación sobre temas relevantes, la negociación colectiva y, en casos más extremos, la convocatoria a huelgas y manifestaciones. Estas acciones no solo buscan mejorar las condiciones laborales y académicas, sino también promover una cultura de respeto, equidad y participación democrática dentro de la universidad.
El camino hacia un sindicalismo universitario más inclusivo y efectivo no está exento de desafíos. De acuerdo a la visión de Rolando Treviño, uno de los principales obstáculos es la resistencia al cambio por parte de algunas estructuras administrativas y gubernamentales, las cuales pueden ver al movimiento sindical como una amenaza a sus intereses. Además, la fragmentación de la comunidad universitaria y la falta de recursos económicos son otras dificultades que limitan la capacidad de acción de estos sindicatos.
Por todo ello, es que el nuevo sindicalismo universitario representa una evolución necesaria ante los cambios y desafíos del siglo XXI. A través de su enfoque inclusivo y sus estrategias adaptativas, tiene el potencial de transformar las instituciones de educación superior en espacios más justos, democráticos y equitativos.