Los seres humanos, lloramos como respuesta al dolor físico, o a un trauma emocional, o también como expresión de felicidad, somos seres sociales y es posible que las lágrimas sean una manera de expresar a otros nuestro estado mental buscando consuelo.
Esto viene a colación, porque en Durango, en el calor de las campañas, se vivió un momento que ha marcado sin lugar a dudas el presente proceso electoral; Marina Vitela, candidata de MORENA al gobierno del estado, se mostró dolida, sensible y derramó lágrimas en plena rueda de prensa, dónde responsabilizó a su contrincante Esteban Villegas, por la publicación que hicieron distintos medios nacionales, dónde se le acusa, de haber beneficiado a sus hijas con contratos de obra pública en Gómez Palacio. Las respuestas de los simpatizantes no se hicieron esperar, algunos hablaron incluso de violencia de género, lo cual no es el caso; otros, juzgaron de ser un espectáculo montado y falso para victimización, en fin, la situación llamó la atención de propios y extraños, ya que bien puede ser considerada como el parteaguas que defina los resultados del próximo 5 de junio.
Analicemos un poco ¿qué significan las lágrimas en la política? Digo, habrá quienes defiendan la sensibilidad de un candidato y quiénes lo vean como un sinónimo de debilidad, de ahí que es relevante repasar lo sucedido y verlo con ojo crítico y de la forma más objetiva posible.
Mostrar el lado sensible en la política puede ser contraproducente, sobretodo cuando se está conteniendo para una magistratura de importancia, como sería el caso de un gobierno estatal o la presidencia de un país; ahora, llorar en sí no es perjudicial para los intereses electorales, pero sí lo es el contexto, ya que cuando la emoción es auténtica, el impacto es inmediatamente positivo, una situación conmovedora, el apoyo a un grupo vulnerable, la lucha por una causa común, son solo algunos de los escenarios que generarían empatía y muestras de apoyo; mientras que si se percibe como fingido, sin reflejos de emoción, las reacciones serán negativas, se criticará y habrá rechazo, recordemos por ejemplo el último discurso de José López Portillo en San Lázaro.
En la época actual, sobretodo en la política y sus juegos de percepción, la emoción supera a la razón, es por ello que no es ajeno para ningún asesor buscar transmitir emociones durante una campaña electoral, sin embargo el exceso como en todo, es contraproducente, los ciudadanos buscamos políticos empáticos, que entiendan la problemática social y la apropien, pero también se requieren figuras capacitadas para la solución de estos problemas, un político que llore con facilidad, puede aparentar no estar en control de sus propios conflictos y por ende no transmitirá que pueda mejorar las condiciones de vida de nadie. Hay que recordar que en una campaña electoral, la estrategia es puntual, debe ser precisa y efectiva, máxime al no tener mucho tiempo para transmitir los planes ni poder recorrer todos los territorios, por eso es fundamental que la comunicación del candidato vaya ligada directamente a su personalidad, si se les impone algo no será lo mismo y no tendrá los efectos buscados. Tradicionalmente se sigue notando una diferencia a la aceptación de las emociones conforme al género, si embargo este sexismo, está cada vez más alejado de la realidad.
De cualquier manera y más allá de estrategias mercadológicas, el electorado será siempre el principal juez y emitirá su veredicto el día de las votaciones. Sin duda que los errores y los aciertos serán fundamentales para el triunfo o derrota de un proyecto, en el caso de Durango, es difícil saber si las lágrimas de una candidata sean suficientes para mover la balanza, lo que sí es cierto, es que más allá de increpar a un medio, o a un contrincante, cualquier señalamiento, sobretodo en materia de corrupción, debe ser atendido y comprobado con documentos fidedignos tanto para la parte acusatoria, como para la acusada y hasta este momento, ninguno lo ha hecho.
