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ALGUNAS ANÉCDOTAS DE LUIS ECHEVERRIA

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Todos los personajes públicos tienen una historia y un pasado. Algunos pasajes surgen con el tiempo y otros no necesitan esperar tanto. Este es el caso de Luis Echeverría Álvarez recién fallecido a la edad de cien años, y quien a su paso por la Secretaría de Gobernación y posteriormente como Presidente de la República, fue depositario de muchos secretos. Uno de los afrodisiacos más eficaces es el poder. Algunas mujeres sienten una atracción especial por los hombres poderosos, los que se atreven, los que son capaces de lanzarse a una aventura con decisión. Después de que Luis Echeverría destapó a José López Portillo como su sucesor, Marcela Ibáñez, esposa de Mario Moya Palencia quien como secretario de gobernación parecía el predestinado, le pidió el divorcio a su marido: no más simulaciones, si no iba a ser la primera dama, tampoco iba a ser la esposa del aspirante derrotado. “Hombre de guayabera” llamó la prensa a Echeverría. Afecto a las aguas frescas. de melón, de sandía, de chía de horchata. Infatigable, incansable. Tres, cuatro horas de sueño -se decía- lo recuperaban. Su preferencia: Los indígenas. Coras, tepehuanes y huicholes. Para ellos “Plan Huicot”. Con ellos fiestas de fin de año. El pueblo lo llamó Don Luis y a su esposa, la compañera María Esther. El matrimonio procreó ocho hijos que fueron educados por su madre y a quienes les mostró la riqueza del país, pues la señora Zuno de Echeverría estaba orgullosa del rico arte popular mexicano, por lo que se dio a la tarea de protegerlo, divulgarlo, elevarlo y mostrarlo con orgullo a los ojos del mundo. Doña María Esther Zuno de Echeverría nunca se refirió a su esposo como “mi marido” “el padre de mis hijos”, “el jefe de nuestra familia” “el señor de la casa”. No. “Echeverría dice”, “Echeverría opina”, “pregúntenle a Echeverría”. Esas eran sus salidas. Y en celebraciones oficiales lucía sus saberes sobre los bailes y atuendos de originarios mexicanos. Rebozos, hipiles, lentejuelas, anchas amplias faldas, primorosas blusas, finos textiles. “A veces nomás falta que se eche encima un molcajete”- criticaban frívolas encopetadas damas de sociedad. Que no perdían la oportunidad de visitar Palacio Nacional o Los Pinos en noches de gala. Cuando murió, su cuerpo fue amortajado con un traje típico de tehuana, una de las vestimentas folclóricas de su preferencia, que gustaba lucir en lo que ella consideraba como las grandes ocasiones. Político de formación burocrática, Echeverría fue una persona cuya cara no mostraba sentimientos. Frío por dentro y por fuera. Como Presidente trabajaba intensamente, no se levantaba de su oficina ni para ir al baño, con el consecuente agobio de sus colaboradores, porque, si el presidente no hacía pausa a causa de su vejiga, ¿habría alguien entre sus funcionarios que se atreviera a hacerlo? Echeverría fue el único presidente que tuvo una política de apertura hacia África y que exploró Asia. Respaldó siempre a Salvador Allende y cuando le dieron el golpe de Estado, le abrió la puerta a toda la clase política chilena que encontró en México un santuario. En realidad, Luis Echeverría Álvarez, jamás salió de la discusión pública. A la distancia, todavía sorprende, al ver videos de hace más de medio siglo, la energía, la velocidad con la que se movía aquel hombre de 48 años, que en diciembre de 1970 llegó a la presidencia de la República. Murió Luis Echeverría, una persona cuyo paso por el escalón más alto del poder político de México, seguirá despertando intensas discusiones.

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