Por mucho tiempo y por muchas razones, a los gobernadores de los Estados de la República se les conoce como virreyes. Se les llama así porque, el rey ha despachado en Los Pinos o en Palacio Nacional. Las y los gobernadores en nuestro país, cuando llegan al poder al siguiente día de la toma de protesta, consideran como su patrimonio el Estado que gobiernan.
Primero: cuando nombran el primer círculo de sus gabinetes, lo integran sus amigas, amigos, familiares, comadres y compadres. Y ahí comienzan los negocios de esos grupos, los cuales, al final de cada sexenio salen millonarios, pero cuando llegaron, lo hicieron con una mano atrás y otro adelante. Pero esto es, solo una parte del poder que ejercen las y los gobernadores. Por si fuera poco, desde el despacho del poder ejecutivo dictan día a día como debe comportarse la sociedad.
Pero aparte de los negocios, a los virreyes les interesa marcar el rumbo político de sus Estados, no respetan las libertades de expresión y de opinión, tanto de ciudadanos y no se diga de periodistas. Todos vemos en tiempos electorales como terminan siendo elecciones de Estado. Pero también convierten a los poderes legislativo y judicial, en sucursales del poder ejecutivo. Como dijo el clásico: el Estado soy yo.
Aquí en Durango de los tres años de gobierno de Esteban Villegas, la sociedad en general opina lo siguiente: estábamos mejor cuando estábamos peor. Cualquier alusión al gobierno de José Rosas Aispuro, es pura casualidad. Hasta el día de hoy durante estos tres años de gobierno, solo hemos visto la política del cangrejo. El estilo personal de gobernar de Esteban ha sido el discurso de la retórica, de venderle a la sociedad las ilusiones de una generación de miles de empleos.
En estos momentos es cuando se plantea la sociedad se plantea lo siguiente: ¿Hasta cuándo se podrá hacer realidad en nuestro Estado la revocación de mandato? Si en este momento, los duranguenses tuviéramos esa herramienta constitucional en nuestras manos, Esteban Villegas Villareal tendría que dejar su puesto de gobernador. Sus índices de aceptación a nivel nacional están por los suelos, es considerado uno de los peores gobernadores de México.