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El séptimo año de un sexenio.

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Es muy común escuchar que “el año más complicado de un sexenio, es el séptimo”, y es que quienes conocen de política afirman que la salida de los presidentes de la República y gobernadores se considera la etapa más difícil en relación a lo realizado durante su gestión; prácticamente nadie ha quedado exento de que el sucesor se quede de “brazos cruzados” sin poner sobre la mesa la base con la parte su administración, primero para plantear los escenarios en los que se podrá actuar a corto plazo, pero también para que el cimiento de su actuar se plasme en la credibilidad como una forma de arranque, siendo de distinto partido político y hasta en los años de hegemonía priista en lo nacional y local se realizaron estas prácticas.

En el caso del Presidente López Obrador, por ejemplo, su llegada estuvo aún más marcada con la cancelación de proyectos que se habían iniciado con Peña Nieto, como el aeropuerto de Texcoco, pero además con el encarcelamiento, hoy ya llevando su proceso en su casa, de Rosario Robles Berlanga, ex secretaria de desarrollo social; la detención de Emilio Lozoya por el caso Odebrecht, entre otros, que a cuatro años de distancia se siguen dando. Pero el primer año fue quizá el de mayor “auge” en cuanto a hacer valer su discurso de campaña en el 2018 por acabar con las prácticas de corrupción, algo que en su momento el propio inquilino de Palacio Nacional tendrá que enfrentar, gane quien gane la presidencia en el 2024, pues no es un asunto de partidos, si no de egos políticos que buscan marcar una diferencia de un gobierno a otro.

Ya en lo local, el inicio del presente gobierno estatal, en el 2016, marcó un distanciamiento con el anterior, por varios motivos, entre ellos ser la primera administración que no estaría emanada del tricolor en la historia de nuestra entidad, de ahí que se buscara dejar un sello respecto a la forma de gobernar que se daría a partir de ese 15 de septiembre de ese año. Pero hoy la realidad de este sexenio también les alcanzará precisamente en el séptimo año, es decir, lo que viene al entregar la “estafeta” también tendrá un amplio proceso de análisis de cómo se le dio el manejo a las finanzas públicas, pues ya lo dijo el gobernador electo, Esteban Villegas, que no se tolerarían casos de corrupción o de mal manejo presupuestal, y que desde luego se darían a conocer, lo que implica en la parte legal que pueda tener sus consecuencias.

Conocemos ya de casos que se han hecho públicos, en materia de nepotismo, sueldos elevados y corrupción, que ya rayan en lo grave, pero que aún no sabemos el porcentaje de cosas que no han salido a la luz y que seguramente será uno de los asuntos que la próxima administración deberá abordar a detalle; por lo que será un séptimo año en el que se buscará argumentar lo que se conozca en un futuro inmediato en estos temas. Pues no creo que sean actitudes revanchistas de los gobiernos que asumen los cargos, más bien buscar por medio de la legalidad que se aclare todo lo que los antecesores hayan realizado, basados en las “cuentas claras”.

En lo personal me parece sano el hecho de más allá de que la entrega-recepción se dé en un plano de cordialidad, creo que la responsabilidad ética, social y política de los que llegan al poder, debe estar por encima de compromisos, acuerdos o amiguismos, se trata del destino de los recursos de los mexicanos, no se puede terminar un sexenio sin su respectivo análisis a fondo del estado en que dejan la “casa”, porque al final de cuentas, esto es cíclico, y todos los que entran, a la vuelta de seis años transitarán por el mismo proceso, eso es un hecho.

Pajareando.

Fuertes declaraciones del Presidente a los cuatro ministros de la Corte que propuso, asegurando que dejaron de lado el compromiso con México; pero más bien creo que los personajes en mención, han hecho valer su independencia, pues de eso se trata la división de poderes ¿no?

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