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EL DEDAZO… NUNCA EL NÚMERO ES SUPERIOR A TRES, LO DEMÁS ES RELLENO PARA QUE SE REPARTAN LOS TRANCAZOS

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A diferencia de otros países en América Latina, en México no hay obligación legal para que los partidos adopten métodos de selección de candidatos abiertos a su militancia, ni mucho menos a la ciudadanía. La selección de candidatos es un momento clave para cualquier partido político, en esa decisión recae buena parte de las posibilidades que tiene para ganar elecciones. Hay un amplio abanico de opciones para que los partidos seleccionen a sus candidatos, uno de ellos es el dedazo. El término dedazo se utiliza a modo de crítica para dar a entender que un político o servidor público designa a su sucesor o colaborador sin seguir ningún proceso público o democrático de selección. A veces las costumbres políticas tardan más tiempo en morir que los regímenes. Sobreviven a revoluciones y dictaduras, a guerras y a grandes cambios históricos. El dedazo es una costumbre política mexicana que se niega a abandonar el escenario. Consiste en que alguien elige discrecionalmente, a dedo, por encima de asambleas o elecciones internas, a los candidatos de un partido, en particular a los candidatos presidenciales. La edad de oro del dedazo mexicano es la de los años de oro del PRI, en los que el presidente podía designar al siguiente candidato presidencial del sin que esto produjera rebelión ni motines ni grandes sobresaltos. Se diluyó aquel PRI hegemónico en 1988, año de su escisión histórica, la encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas, y el PRI fue perdiendo paso a paso el control de la política nacional hasta perder la Presidencia en 2000. Desde Plutarco Elías a Calles hasta Enrique Peña Nieto, se ha señalado a los presidentes del Revolucionario Institucional de imponer a su sucesor con el fin de que se continúen los proyectos de gobierno que se implementaron en el sexenio anterior, a esa práctica se le conoce como dedazo. Adolfo Ruiz Cortines, explicaba que el presidente no puede tener ni más de tres candidatos, mi menos de tres. Si son dos y se inclina por uno desde el principio, la jauría lo hace pedazos y llega muy lastimado. Además, si el predestinado se enferma o tiene un escándalo, hay que echar mano de otro, y este se va a creer plato de segunda mesa, o que llegó por sí mismo, y los demás van a pensar que el presidente se equivocó. Pero nunca el número es superior a tres, lo demás es relleno para que repartan los trancazos. Miguel de la Madrid, padre de Enrique que soñó con ser candidato a la presidencia, sostenía que, si son sólo dos los candidatos, el perdedor puede dividir al partido y si son más de tres se atomizan los apoyos. Las relaciones familiares, una vida ordenada o disipada, la fama pública o los elementos que hacen vulnerable a un político son tomados en cuenta en el dedazo. Dos candidatos con posibilidades fueron descartados al descubrirse que habían sido alcohólicos. Todos los presidentes investigaron la vida personal de los candidatos, aunque nadie lo admite abiertamente, es asi como se daban cuenta si el que aspiraba a sucederle llevaba una vida ordenada. Alrededor de dicho término se difundieron muchas historias, por lo que desde los estudios sociales se comenzó a tomar interés por tal acción y se definió al “dedazo” como la decisión indiscutible sobre quién sería el elegido para suceder en la silla presidencial, reduciendo así la capacidad de agencia del electorado y de la militancia, pese a que se realizaban procesos democráticos en toda la sociedad y al interior del partido político que mandaba. La costumbre del dedazo en la selección de candidatos presidenciales es un reflejo de prácticas antidemocráticas que han prevalecido en la política mexicana. A pesar de los discursos de cambio y apertura, la persistencia de esta práctica, especialmente en el contexto de las mal llamadas corcholatas de López Obrador, pone en tela de juicio el compromiso del gobierno actual con la transparencia y la democracia interna. La reciente asamblea de MORENA y la forma en que hacen proselitismo los ofensivamente llamados corcholatas o cascuichas, han dejado claro que el presidente López Obrador será nuevamente el gran elector de ese partido y que su dedo, su voto, decidirá, por razones que él solo conoce y que no comparte con nadie, al siguiente candidato a la Presidencia.

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