Muchos recordamos como hace algunas décadas la hegemonía de un partido convertía las promesas y “caprichos” en realidad, pues se tenía todo el poder, el control sobre órganos e instituciones que decidían sin escuchar a los ciudadanos; pues parece que la historia se repite, todo indica que el pasado nos ha alcanzado, con la única diferencia de que el calendario ya marca otro año, pero prácticamente con las mismas personas de aquel entonces, cuando militaban en el tricolor, con las mismas actitudes autoritarias pero bajo el cobijo de unas siglas que les permiten demostrar ese poder. Lo que vivimos los mexicanos ayer en la madrugada con la aprobación de la reforma al Poder Judicial, es tan solo una muestra.
Muchos seguimos esperando que se aplicara eso de que “somos diferentes”, cuando en los hechos solo se ratifica que las prácticas de antaño han sido una gran escuela para quienes hoy dejan en claro que el poder es para ejercerse, para “hacer a un lado” a toda aquella persona o ente que no coincida con los ideales que rigen al país. Claro, hacen valer lo que la mayoría de los electores decidieron, y eso es legal, pero quizá no ético, pues quienes siempre “pelearon” porque existieran los equilibrios y la autonomía de las instituciones, hoy hacen oídos sordos, simplemente porque para ellos “el pueblo” no se equivoca.
Cerrazón.
Y es que en el caso de esta reforma, que ahora está en manos del Senado de la República, el grupo mayoritario de Morena y sus aliados ni siquiera permitieron enriquecer la propuesta, no hubo ninguna posibilidad de moverle ni un punto y ni una coma. La cerrazón fue tal que algunos miembros de la oposición, ya resignados a que el dictamen iba a pasar, buscaron incluir temas que podrían ayudar en su aplicación, pero aun así la respuesta fue no. ¿Quién en el pasado podría contradecir al Jefe del Ejecutivo Federal?, nadie, lo mismo que ocurre ahora; la señal está dada y el “ejército” de legisladores afines a la Cuarta Transformación llevó a los hechos esa instrucción.
El contenido.
Estoy casi seguro que la mayoría de los legisladores, de todos los partidos, ni siquiera se dieron el tiempo de leer el dictamen completo, aun así emitieron su voto, y eso quedó de manifiesto porque hubo incluso quienes interpretaron que la reforma al Poder Judicial acabaría con la corrupción en las fiscalías, cuando ni siquiera tiene que ver; o no han podido defender, quienes votaron a favor, el proceso que se habrá de seguir para la elección de los juzgadores, cómo estará diseñada la boleta electoral y de entre cuántos nombres se va a poder seleccionar a un aspirante. Eso sí, no todos podrán participar, solo los que desde el poder se determine, y luego ya los ciudadanos votaremos.
Garantía.
No encuentro la lógica cuando se habla de que a través del voto popular habrá garantía de que los juzgadores serán incorruptibles, de ser cierto no habría gobernantes o legisladores corruptos, o que se vendan al “mejor postor”. Y un ejemplo de ello son los senadores perredistas que hace unos días anunciaron su incorporación a la bancada de Morena, o los diputados federales del Partido Verde que hicieron lo propio en San Lázaro, con el único objetivo de que el PAN no llegue a presidir la Junta de Gobierno y Coordinación Política. ¿No es esto algo de lo que hacía el PRI hace años?
Cíclico.
Al final del día todo termina siendo cíclico, el poder que hoy ejercen algunos, mañana ya no lo tendrán, dictadores y hasta reyes han caído en algún momento. Morena hoy tiene la oportunidad de perpetuarse en el poder si sabe cómo transitar aun con la oposición, no por medio del “garrote”; la unilateralidad termina por cobrar facturas; no vayamos lejos, el PRI y el grupo que hoy lo lidera serán quienes “apaguen” la luz cuando ese partido se haya extinguido, a pesar de que hay quienes pensaban que nunca pasaría.