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EL MAESTRO IGNORANTE

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En el año 1818, Joseph Jacotot, revolucionario exiliado y lector de literatura francesa en la universidad de Lovaina, comenzó a difundir el pánico en la Europa erudita. No conforme con haber enseñado francés a estudiantes flamencos sin impartirles ningún curso se puso a enseñar lo que ignoraba y a proclamar la consigna de la emancipación intelectual: todos los hombres tienen igual inteligencia. Se puede aprender solo, sin maestro explicador, y un padre de familia pobre e ignorante puede ser el instructor de su hijo. La instrucción es como la libertad: no se da, sino que se toma. Se arrebata a los monopolistas de la inteligencia sentados en el trono explicador. Basta con reconocerse y reconocer en cualquier otro hablante el mismo poder. El maestro ignorante es un texto polémico escrito por Jaques Rancière, profesor emérito del Departamento de Filosofía Política de la Universidad de París, en el que narra, a través de un personaje llamado Joseph Jacotot, la historia del maestro que enseñó a estudiantes flamencos la lengua francesa sin darles ninguna lección. La obra se estructura en cinco capítulos denominados lecciones. En la primera, una aventura intelectual, habla de la paradoja que se evidencia al comprobar que las palabras que el niño mejor aprende, de las que se apropia más rápidamente para su propio uso, son las que aprende sin un maestro explicador. Es el niño que ha aprendido a hablar a través de su propia inteligencia. Pero la escuela, la pedagogía se encarga rápidamente de crearle la necesidad de que sólo es posible comprender por medio de la explicación del otro. Ese otro es el maestro, un maestro atontador de su inteligencia. Así, tendrá tantos maestros como materias para comprender, además de un orden progresivo Es ese maestro explicador el que genera una relación de poder, de sometimiento frente a un aprendiz moldeado como incapaz. Se construye de este modo, un acto perverso entre un maestro explicador y un alumno incapaz de comprender sin la explicación. Surge el mito pedagógico de dividir al mundo en dos. Los que tienen inteligencia superior y el resto los que poseen una de naturaleza inferior. La segunda lección o capítulo es lección del ignorante la cual se concentra alrededor de la máxima popular de que se puede enseñar lo que se ignora. Esto es posible guiado por la intuición y estableciendo el poder de la igualdad porque no existe inteligencia allí donde exista atadura de un espíritu sobre otro. Por el contrario, hay inteligencia cuando cada uno actúa, cuenta lo que hace y da los medios para comprobar la realidad de su acción. La tercera lección se refiere a la razón de los iguales como la posibilidad de soñar una sociedad de emancipados que rechazarían la falsa división entre los que saben, entre los que poseen y los que no poseen la propiedad de la inteligencia. El cuarto capítulo, la sociedad del menosprecio, gira en torno a cómo la pereza hace caer a las inteligencias en la pesadez material y en el principio del menosprecio. Este menosprecio pretende darse como modestia: no puedo, dice el ignorante que quiere ausentarse de la tarea de aprender. El menosprecio de sí mismo es siempre también el menosprecio de los otros. No puede dice el alumno que no quiere someter su improvisación al juicio de sus pares. El último capítulo el emancipador y el mono insiste en que se puede enseñar lo que se ignora. Así un padre de familia pobre e ignorante puede emprender la tarea de la instrucción de sus hijos. Y este principio de la instrucción no es otro que el que hay que aprender alguna cosa y relacionar con ella todo el resto, según este principio todas las inteligencias son iguales. Esto es lo que encierra el concepto de emancipación intelectual. El maestro ignorante es una obra de obligada lectura para todos aquellos que piensan de otra manera el acto educativo; para todos los que creen posible una pedagogía más humana alejada de innecesarios discursos técnicos y vacías estrategias didácticas, alejadas de sentidos e intersubjetividades entre quien enseña y quien aprende.

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