No somos un país como España o Inglaterra, donde hay monarquías constitucionales que son lo que les quedó, de las reinas y reyes de la etapa del feudalismo. Hoy las reinas y reyes en ambos, países son monarquías constitucionales sin poder, porque lo ejercen presidentes o primeros ministros según sea el caso. Aquí en México y de manera especial en el municipio de Lerdo, tenemos una historia que contar.
Como ya sabe usted, “haiga sido como haiga sido”, en ese municipio de la región lagunera, por obra y gracia del PRI y del PAN, Homero Martínez, un presidente muy cuestionado, le heredó a su esposa Susy Torrecillas la presidencia municipal. Para entrar en contexto, debemos recordar que el mencionado Homero Martínez, gobernó el municipio de Lerdo por seis años y ahora, su señora esposa, lo gobernará por tres años más y entre los dos, sumarán nueve años. ¡Qué bueno que ya no habrá en el futuro elección de presidentas y presidentes municipales!
Y ya encarrerado el gato, a partir de 2030, se le pondrá un freno al nepotismo que ha permitido que en México existan regiones donde familias son caciques y sus jefes, se convirtieron en los “Pedros Paramo” gracias al PRI. En Lerdo, por la “democracia” y a lo que se conoce como “unidad y grandeza”, Homero Martínez y su esposa Susy Torrecillas, son el ejemplo de la más pura expresión del nepotismo y por supuesto, de “monarquías constitucionales”.
Parafraseando al clásico, si Adela Micha le hubiera preguntado a Homero Martínez que gracias a su apoyo su esposa se convirtió en presidenta municipal de Lerdo, le hubiera contestado con voz dulce y temblorosa: “Adela, no gané yo, ¡ganó el pueblo!”. Y por su parte, Adela Micha de su ronco pecho pudo haber agregado; ¡que bárbaro, eres un héroe! Que un esposo o esposa se hereden entre si el poder político en un Estado o en un municipio, como es el caso de ciudad Lerdo, no es para que la sociedad duranguese se sienta orgullosa. Solamente un pueblo sin memoria o que olvida su historia, está condenado a repetirla.
La clase política para justificar su nepotismo tiene una respuesta a flor de piel, según sea el caso. En el tema específico que nos ocupa, cuando el esposo es senador o la esposa diputada federal, presidente municipal o ella presidenta, esta es la respuesta: mi esposa tiene su propia carrera política, sus propios méritos, además, tiene el derecho humano de votar y ser votada. Pero lo más importante; el partido la apoya, y cuenta con el apoyo del jefe político del PRI y del PAN. ¿Hay algún problema?