La brecha entre el servicio de transporte público tradicional en Durango y las opciones que ofrecen las plataformas digitales como Uber, Didi o Bolt es cada vez más evidente. Desde el tipo de vehículos, el sistema de cobro, hasta la integración de tecnología para la gestión de rutas, la diferencia es abismal.
Lamentablemente, para miles de durangueses que dependen del transporte público para trasladarse diariamente, las opciones son limitadas: taxis, camiones o las ya mencionadas aplicaciones. Aunque desde hace años se habla de modernización por parte de los concesionarios del transporte, lo cierto es que el servicio sigue siendo obsoleto, ineficiente y alejado de las necesidades de una ciudadanía que exige calidad, seguridad, conectividad y tarifas justas.
De acuerdo con datos del sitio Moovit, la ruta más larga registrada por Transportes del Estado de Durango es la línea anaranjada: inicia en la colonia Hidalgo y concluye en Victoria Sur, cubriendo 25 kilómetros y realizando 109 paradas. En contraste, la línea más corta es la verde, con un trayecto de apenas 4 kilómetros y 38 paradas. Esta sobre densidadde paradas en trayectos tan cortos refleja una falta de planeación operativa y un diseño de rutas que no prioriza la eficiencia ni la experiencia del usuario.
Al consultar el sitio oficial de Transportes del Estado de Durango (transportes.durango.gob.mx), la información disponible es escasa y desactualizada. Apenas se puede encontrar un mapa de la ruta San Mateo. No hay bases de datos, horarios, ni mapas interactivos, mucho menos análisis de cobertura, demanda o conectividad. Todo indica que se trata de un portal hecho para cumplir con requisitos mínimos de transparencia, más que para servir al ciudadano.
Hablar del transporte público en Durango no es sencillo, sobre todo cuando sus liderazgos están ligados —de manera cordial, diríamos— a las más altas esferas del poder estatal y municipal. Esa cercanía política ha permitido que el sistema funcione con una lógica de supervivencia, sin competencia real y con escasa rendición de cuentas, mientras que la población usuaria sigue enfrentando un servicio deficiente, poco accesible y sin perspectivas de cambio.
El problema es estructural, multifactorial y complejo, pero lo más preocupante es su inmovilidad. En otras ciudades del país, la competencia por el pasaje ha forzado mejoras; en Durango, la falta de voluntad política y de visión a largo plazo ha mantenido al transporte público como un sistema estancado y rezagado frente a las exigencias del presente.