Una de las cualidades que todo político debería tener es la dignidad, pues el ejercicio de la política, más allá de la repulsión que siente la mayoría de la ciudadanía hacia esta práctica, no es precisamente por el hecho de la profesión, el tema es que existen muchos personajes que forman parte de ésta que no tienen las características siquiera para llamarse “representantes populares”, por el solo hecho de que han denigrado una práctica noble que tiene por objeto ser el vínculo con los ciudadanos para mejorar su nivel de vida, y es por medio de la política para llegar al poder, de donde se toman las decisiones.
Pero cuando algunos personajes carecen de lo mínimo elemental como la honestidad o la dignidad, es cuando todo se “desmorona”, y ello propicia la apatía social de participar en las urnas. Urgen políticos que tengan la virtud del servicio y sobre todo dignidad, algo que se gana, y no se compra en la “tienda de la esquina”. Todo esto nos lleva a la reflexión del comportamiento de dos dirigentes que en los últimos días se han mostrado indignos de la responsabilidad que la militancia de sus respectivos partidos les dio; el caso de Marko Cortés del Partido Acción Nacional, y Alejandro Moreno del Revolucionario Institucional.
Marko.
En la democracia hay que tener dignidad para reconocer cuando las cosas no salen bien, y reconocer cuando alguien opuesto a nuestra ideología política gana en las urnas. Y es que Marko Cortés ni fue digno y ni mucho menos cortés con la abanderada de Fuerza y Corazón por México, Xóchitl Gálvez, quien aseguró en algunas entrevistas que el dirigente blanquiazul le gritó luego de enterarse que la hidalguense se comunicó con Claudia Sheinbaum para felicitarla por su triunfo. De entrada creo que al líder panista le faltó tacto, no solo por tratarse de una mujer, sino porque la realidad política que atraviesa su partido no le da derecho a “exigir” cómo se debe actuar ante la derrota.
Su principal “argumento” fue el hecho de señalar que no se puede felicitar a alguien que obtuvo el triunfo por medio de una “campaña de Estado”, y podría ser, pero mientras la parte legal hace su función, me parece que es de alguien digno, y además demócrata, reconocer que los números no les favorecen y punto; es decir, como las derrotas son “huérfanas” ahora resulta que por ese hecho no se podrá ser autocrítico y buscar en qué se falló antes de querer revertir una diferencia en las urnas de dos a uno. Eso habla de que no se es honesto condigo mismo.
Moreno.
En el caso del dirigente nacional del PRI el asunto no es diferente, pues Alejandro Moreno ha asegurado que se mantendrá en su cargo. Seguramente la pérdida de votos en todo el país, la paridad electoral en la que se encuentra junto con partidos como Movimiento Ciudadano y la molestia de la militancia a su gestión, no son elementos suficientes para tener la dignidad de irse de la dirigencia, por el contrario, él siento que el Revolucionario Institucional “lo necesita”.
Creo que este instituto político deberá estar pensando muy seriamente en refundarse, pero sin Alejandro Moreno, porque creo que la apertura de espacios para nuevos cuadros será la clave para que un partido, con la historia del PRI pueda resurgir de entre las “cenizas”, pero cuando se carece de autocrítica difícilmente se podrá ver la realidad. El ex gobernador de Campeche debe quedarse ya con su posición en el Senado, por cierto, indignamente ganada porque él solo se anotó en la primera posición, y dedicarse a pasar los próximos seis años becado.
Justificando.
Ambos dirigentes insisten en justificar su “trabajo” con la serie de impugnaciones, cuando lo mejor es ponerse a trabajar en lo que sigue, la elección del 2 de junio ya pasó, y hay millones de ciudadanos que sí creen en la política, y que solo falta estar mejor organizados para ser un verdadero contrapeso.