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SI LAS AUTORIDADES NO PUEDEN O NO QUIEREN, YA ES TIEMPO DE QUE INTERVENGA SEÑOR ARZOBISPO

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La venta de pólvora se ve por toda la ciudad y quienes deben de impedirlo son las autoridades municipales, los inspectores municipales deben de decomisar esta mercancía en vez de andar confiscando su producto a los vendedores de donas, churros (incluye los rellenos) y agujetas para zapatos. Para el activista Guillermo Juárez Compean, no se entiende cómo es que los raudos y feroces inspectores municipales se adueñan del producto de vendedores de tamales, mientras que las tiendas de pólvora y pirotecnia no son molestadas ni con el pétalo de una rosa. Afortunadamente dentro del honorable ayuntamiento hay una que otra persona decente, tal es el caso del Director de Salud Pública Municipal, Juan Esteban Aguilar, que exhortó a los padres de familia a que tengan cuidado de que sus hijos no jueguen con pirotecnia y todo lo relacionado con fuegos artificiales para así evitar quemaduras, pérdida de dedos, ceguera y demás tragedias que ocurren con el uso irresponsable de la pólvora. En todo caso el exhorto debe ser a la autoridad municipal y a sus secuaces, que se hacen de la vista gorda propiciando que el Hospital del Niño atienda niños y adolescentes de quemaduras para arriba. México tiene una arraigada cultura a la pirotecnia, pero aún nos falta mucho por trabajar en la cultura de prevención. Con la llegada de las fiestas, cientos de personas optan por comprar cohetes para animar el ambiente; incluso el uso de estos productos es común en eventos públicos, situación que sin un protocolo de uso adecuado puede ocasionar accidentes lamentables. Los padres están muy a gusto platicando, cenando o echando la cubita, mientras que sus hijos se encuentran con sus amigos o parientes tronando cohetes y palomitas. De repente se escucha un grito y la madre sale corriendo a ver qué pasó. Pues resulta que su hijo se quemó la cara y puede perder la vista, en otros casos el muchacho perdió uno o dos dedos. Quien es más culpable diría Sor Juana, el que vende la pólvora, el que permite que se venda, o el padre de familia que le da dinero a sus hijos para que la compren. Lo lamentable es que esta situación se repite todo el año, pues con motivo de fiestas parroquiales o festividades religiosas, en la Iglesia de la colonia se la pasan tronando cohetones desde las seis de la tarde hasta las once de la noche, valiéndoles absolutamente madre a los que autorizan esta irresponsabilidad, que los ancianos que viven cerca tengan sobresaltos y sustos cada vez que truena el cohetón, además como si eso no bastara, los ruidos que permiten los fuegos artificiales pueden ocasionar problemas en el sistema auditivo de los perros y gatos, en especial por los estallidos que se generan. Ratoncitos, chispitas, huevitos, ollitas, escupidores, palomas, cohetón de vara y cohete casero y hasta petardos entre otros, pudieran considerarse como inofensivos cuando en realidad no lo son. No se recomienda la manipulación de fuegos artificiales por parte de los niños. El uso de fuegos artificiales y dispositivos de pirotecnia forma parte de celebraciones y espectáculos públicos y eventos privados en todo el mundo. Sin embargo, en la mayoría de los países donde se utiliza, existen normativas para su uso, la importación y venta está regulada. Como eso no sucede en México mucho menos en Durango, quizá el remedio para que no pierdan sus dedos los niños o sufran quemaduras en sus rostros, o bien las personas de la tercera edad y las mascotas no sufran este tipo de irreparables accidentes, es que los que la venden y los que permiten que se vende la pirotecnia sufran en carne propia y de sus familias una experiencia dolorosa (ni lo mande Dios). Quizá para que el Arzobispo se anime a darle la orden a sus párrocos de prohibir la pirotecnia en procesiones y festividades religiosas, es que le tuenen cohetes frente al arzobispado una vez por semana cuando el monseñor esté dormido y su perrito se la pase aullando y debajo de la cama, mientras que a uno o varios niños les practican cirugía plástica reconstructiva por la pérdida, alteración o quemadura de sus manos, rostro y cuello, agregado a ello las secuelas permanentes. Si las autoridades municipales no pueden o no quieren, ya es tiempo de que intervenga señor Arzobispo, al menos con sus huestes, los que me imagino si le hacen caso.
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