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No a enconos y guerra sucia en elecciones

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Ganar o conservar el poder político implica astucia, creatividad e inteligencia, no sólo para obtener los votos que se requieren para construir mayorías electorales estables, sino, sobre todo, para derrotar a los adversarios y conforme se acercan las elecciones se acentúan por parte de los partidos.

“En la guerra y en el amor, todo se vale”, dice un refrán popular, y en el lo vemos recargado en la actual competencia político-electoral, sobre todo cuando en la propaganda política o electoral que difundan los partidos y candidatos deberán abstenerse de expresiones que calumnien a las personas; sin embargo, las referidas entidades partidistas, sus candidatos, militantes y simpatizantes, así como sus voceros oficiales o representantes, no cesan de promover y difundir, por cualquier medio, campañas de desprestigio, desacreditación y de odio en contra de sus adversarios.

Ejemplos los vemos cuando unos y otros miembros partidarios se imputan actos de traición, de corrupción, de enriquecimiento ilegal, de autoritarismo, de ignorancia, de incongruencia, en acciones de “guerra sucia”, que muchas veces se acompaña de violencia y miedo.

Las campañas negativas, cuyo objetivo central es vencer a los opositores, se han convertido en prácticas privilegiadas de los partidos y candidatos que disputan un cargo de elección popular, al centrarse en hablar del adversario, generalmente en contra, en lugar de hablar sobre las fortalezas o propuestas propias.

Lo hemos visto en las redes y en los anuncios de los partidos en los medios de comunicación, pero los señalamientos abundan, más para denigrar a los contrarios que para fortalecer las virtudes propias, mientras que en los equipos de los candidatos se establecen estrategias que al momento de hacer recorridos y buscar el voto de los ciudadanos, ensucian la imagen de los demás.

A eso hay que sumar la labor de los mapaches electorales, que llegan de otras entidades a querer imponer condiciones sin conocer el terreno, y con esquemas novedosos prometen el oro y el moro, cuando lo que sucede en realidad es que el elector ya está cansado de promesas falsas y falta de cumplimiento de los candidatos y sus partidos.

El despilfarro de los recursos también se vuelve presente y son estas condiciones lo que molesta más, porque con la compra del voto pretenden que la pobreza y la miseria se disfracen para evitar la realidad que viven muchas familias, sobre todo en colonias populares y poblados rurales, donde la carencia de servicios es el común de todos los días. La competencia por quien paga más no sólo pone en entredicho la imparcialidad del proceso, sino también la avaricia de personajes y líderes sociales que lucran con el dolor ajeno.

Durango ya no quiere este tipo de políticos, sino alguien que responda a sus demandas y ayude a mejorar las condiciones de vida de las familias, dejar a un lado el interés personal y los negocios desde el poder.

Dejemos a un lado los enconos y diatribas que solo nos dividen. No más mapaches y ratones electorales.

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